"Viste que no tocaron el Himno Nacional". "Alperovich dio tantas vueltas que parecía una calesita. No quería bajar hasta que estuviera seguro de que no lo iban a silbar". "Qué gracioso fue verlo al concejal y ex diputado Germán Alfaro merodeando por la plaza, lo más lejos posible, para no saludarlos". "Vinieron los dos (Alperovich y Rojkés de Alperovich); eso no es común". "Yo no vi ningún legislador". "Para qué voy a ir". "Ese era un acto de Amaya". "Al intendente cada vez que le pedís algo, tenés que esperar días para que se mueva el expediente".
Pasaron minutos, apenas, del acto de reinauguración de la plaza Belgrano y las especulaciones explotaron como una bomba nuclear.
"No vienen. Vas a ver que no se va a firmar el acuerdo azucarero". "No entiendo qué tiene que hacer el Gobierno". "No debería meterse en nuestra actividad". "Van a aprender de una buena vez a no ser codiciosos". "El azúcar tucumana es el único producto que baja de precio con la inflación argentina". "Es incomprensible la falta de acuerdo entre ellos que sólo muestran el individualismo en perjuicio de todos". "Sí van a venir". "No les queda otra que firmar el acuerdo que les exige el Gobierno". "Los une el espanto". "Temen que se les vengan medidas impositivas por no exportar".
Comentarios que se oyeron en la Casa de Gobierno cuando se demoraba la firma del acuerdo azucarero.
"La culpa la tiene EDET". "Los responsables son los de Transnoa". "En el Gobierno hicieron mal las cosas". "¿Quiénes firmaron el apto ambiental?" "Están todos los permisos". "Estos problemas surgen por las peleas entre Amaya y Alperovich". "No aparecen las autorizaciones como corresponde". "Mandale al fiscal (federal) Gómez, él se va a ocupar de que se arme un buen lío". "Tenemos todo en orden". "Los empresarios no van a hablar, lo tiene que hacer el Gobierno". "¿Por qué el ente que controla sale a explicar lo que debería hacer la empresa?" "¿Contamina o no la instalación de estos transformadores?" "Si se politiza todo, después no habrá forma de volver atrás y nos quedaremos sin energía". "Hay dudas sobre la autorización para hacer la obra". "Van a sobrar los cortes de luz este verano".
Muchas de estas expresiones se oyeron durante la semana cuando se conoció que se levantaba una planta generadora de energía en Ayacucho al 200.
Los tres temas ocuparon la atención y se adueñaron de varios renglones de la agenda oficial. Más de un integrante del Gobierno de José Alperovich se desesperó por darle solución y frenar cuánto antes el temporal que se preanuncia por la construcción de una planta transformadora que -indudablemente- no se supo encarar debidamente. Ni hablar de las cuestiones que tienen que ver con el 24 de Septiembre, que ocupan la cabeza y las acciones de la provincia. El orgullo por esta batalla que abrió las puertas de la Independencia pondrán de punta en blanco a Tucumán. Hasta el devaluado vicepresidente de la Nación estará en la provincia, vestido de Presidente por la ausencia de Cristina. Sin embargo, las rencillas internas impiden un festejo como es debido. Los empresarios que cargan sobre sus espaldas el manejo de la industria que le pone más combustible a la economía tucumana protestaron -en voz baja- y reaccionaron a regañadientes de la decisión del gobierno de ponerles límites a sus desconcertantes manejos individualistas.
Guantes y raquetas
Esos tópicos coyunturales se mezclaron entre las decepciones de la Copa Davis, la sana alegría estudiantil de la primavera y la agrandada imagen de "Maravilla" Martínez, convertido en referente popular en sólo siete días.
Las incapacidades para constituir un equipo por parte de los tenistas argentinos parecen la metáfora del individualismo de los políticos tucumanos (oficialistas y opositores) para afrontar este bicentenario de la Batalla de Tucumán como un aljibe donde beber agua fresca. Por eso cada uno ha hecho su festejo por su cuenta sin poder juntarse ni siquiera para cantar el Himno Nacional con el orgullo de formar parte importante de esta historia contemporánea.
Cada vez quedan menos tiempo para festejar los 200 años de la Independencia Argentina y los augurios no son mejores.
La Batalla de Tucumán es un triunfo del pueblo. Es el logro de un líder querido, respetado y obedecido. Es el resultado del orden, de la planificación, del respeto por la espiritualidad y por el trabajo conjunto. En este Tucumán, modelo 2012, hay dirigentes que no se pueden ver, hay odios que tienen preferencia en los protocolos. Hay una gran incapacidad para armar proyectos conjuntos.
Golpes al bulto
La marcha del pasado jueves 13 fue como la trompada de Chávez Jr. en el último round de la pelea por el título mundial en Las Vegas. Silencio total y oficial. Los músculos se quedaron sin oxígeno y las razones no encontraron explicaciones. Los más preparados recurrieron a la experiencia y tiraron golpes al bulto. Les vino bien pero saben que es simplemente tiempo para recuperar aire y poder caminar.
El mensaje de descontento fue claro y contundente. Ni siquiera se supo para qué. Fue un alarido social. Los expertos indican que estaba preparado y que la movilización respondía a tal o cual sector. Todas explicaciones que tienen razones, pero la movilización fue tan grande que nadie puede mirar para otro lado. Una de las cuestiones que más duelen a la sociedad es la imprevisibilidad y en materia económica todos los días se la sacudía con una medida nueva, y eso despertó descontento. En política fue un gran acierto porque la oposición al kirchnerismo siempre ha sido menos osada y más conservadora, por lo tanto cada medida (se trate del tema que fuere) los encontró descolocados y mirando para otro lado.
Después del éxito inesperado de la movilización, la oposición se creyó "Maravilla" Martínez. La sociedad también le disparó a esos dirigentes que se autodestruyen y que son incapaces de conducir, de proyectar, de planificar y de contener las necesidades y ansiedades de la población.
El oficialismo ha tenido la habilidad de llevar siempre la iniciativa. En esa desesperación ha logrado desubicar, descolocar y enloquecer a una oposición que no tiene la menor idea de cómo construir. Así hay una ansiedad por aferrarse a la re-re, pero hasta aquí el oficialismo no consigue los votos necesarios (hace falta una mayoría calificada, es decir, los dos tercios de cada cámara del Congreso) para aprobar un proyecto de reforma.
No pasa lo mismo en Tucumán, donde está todo listo. El alperovichismo hasta el proyecto tiene redactado. Y, apenas se apruebe la ley para que puedan votar los menores de 16 años, hasta el justificativo tendrán porque la Carta Magna en vigencia es taxativa respecto de la obligatoriedad de sufragar a los 18. No obstante, después de la súper marcha, todo es relativo.
José Alperovich tiene un problema más: el cristinismo. Durante estos nueve años de -cada vez más- "sijosesismo", el gobernador se ha preocupado de -como él mismo dice- "alambrar" Tucumán. Su obstinación ha sido que, en su comarca, nada se haga sin su permiso o por lo menos sin su conocimiento. El desembarco de La Cámpora en este Tucson lo tiene descolocado. Es que la comunicación directa, calificada y sin interrupciones que los hombres de esta agrupación tienen con la Casa Rosada hace que el alambre se le corte cuando menos lo espera.
Distinto tiempo
Años después de sus momentos de alegría y de gloria, Belgrano se fue de Tucumán hastiado de una sociedad que no sólo no era capaz de valorar sus propios logros sino tampoco de tolerar, respetar y conservar a sus héroes. Como si el tiempo se hubiera congelado...